Sin duda alguna, la inseguridad es uno de los temas más complicados de acometer para quienes se desempeñan en el ámbito del servicio público.
Y es que un solo homicidio, un solo secuestro, una violación, una extorsión o un asalto con violencia, para quien tiene el infortunio de ser víctima, implica un acontecimiento traumático, algo que no quisiéramos ni para nosotros ni para nuestros cercanos. Incluso, en los niveles de crueldad que nos han asolado a los mexicanos en los últimos años, es algo que no quisiéramos ni para nuestros enemigos.
Por eso poner en contexto cifras, estadísticas, cuadros comparativos y demás retruécanos numéricos resulta engorroso, incluso hasta de mal gusto para quienes han resentido en carne propia los estragos de la inseguridad.
Y es por ello que el debate en el que se han embarcado los gobernadores de Morelos, Graco Ramírez Garrido y de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, en torno al tema de los índices delictivos en sus respectivas entidades, resulta tan ocioso como molesto.
No se trata de tomar partido por ninguno de los dos mandatarios. Para ello, cada uno de ellos tiene a sus respectivos publirrelacionistas, a los que seguramente les pagan, y muy bien.
El punto es que en el México actual, en el de las historias insólitas de una sociedad azorada ante una creciente delincuencia organizada frente a un impresentable gobierno desorganizado -así, en general, sin colores ni siglas- no caben presunciones ni comparativos triunfalistas.
Porque le garantizo que si el día de mañana usted se da una vuelta a Los Arcos o a la Parroquia (dos cafeterías tradicionales; la primera, de Cuernavaca y la segunda, del bello puerto jarocho), y platica desinteresadamente con los lugareños sobre los beneficios que les acarrea el pleito entre sus gobernadores, le puedo anticipar que podrá escuchar varias palabras altisonantes, y no precisamente en manifestación de apoyo. Y vaya que en ambas bellas entidades, los paisanos le saben, y bien, al arte del lenguaje florido.
Que cada quien se aplique en lo que le corresponde y con lo que le toca.
No, Don Graco. No, Don Javier.
Así no.
Es en serio.
DE BOTEPRONTO: En Tamaulipas, el PRI-Gobierno insiste en victimizar al precandidato del PAN a la gubernatura Francisco Javier García Cabeza de Vaca, a través de artilugios legaloides promovidos desde el Instituto Electoral de aquella entidad. Tal parece que, al más puro estilo de cadena de hamburguesas o tienda departamental, el presidente del organismo Jesús Eduardo Hernández Anguiano y sus consejeros pelean por el título de “Empleado del Año”… en el gobierno del priista Egidio Torre Cantú. A ver qué pasa.
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